Las palabras de este curtido navegante inglés dan una idea de lo que en el pasado significaba surcar estas aguas, consideradas malditas incluso por los marineros más curtidos. Casi un siglo después, el joven naturalista Charles Darwin, que entonces tenía 22 años, navegaba por esta región a bordo del bergantín Beagle en su viaje de exploración alrededor del mundo. En el diario de a bordo donde describió su fantástica aventura, que duró cinco penosos años anotó: "Tierra del Fuego tiene un clima horroroso, uno de los peores del mundo... El Beagle tuvo que luchar durante un mes con un mar borrascoso al intentar bordear el cabo de Hornos. Una gran ola abatió sobre el barco arrancando uno de los botes...".
Durante siglos, los navegantes españoles que surcaban los mares australes identificaron a la isla de Tierra del Fuego con un infierno barrido por el viento y rodeado de los desérticos glaciares de la Antártida. Sin embargo, algunos viajeros decimonónicos también hablaban de la belleza de sus frondosas islas vírgenes y de sus lagos cristalinos, que gozaban de un clima que recordaba al del norte de Inglaterra. Tierra del Fuego es en realidad un vastísimo archipiélago situado al sur del estrecho de Magallanes formado por miles de islas -unas chilenas, otras argentinas- y rodeado por los océanos Pacífico, Atlántico y el mar Antártico. El primer navegante que se aventuró por estas costas salvajes y desoladas fue el portugués Fernando de Magallanes quien, cuando en 1520 entró en el estrecho que hoy lleva su nombre, divisó al sur columnas de humo, motivo por el cual bautizó a esta región como Tierra de los Fuegos. El fuego que divisó Magallanes provenía de las hogueras de los indios onas que ocupaban la isla grande y que fueron brutalmente aniquilados por el hombre blanco.
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