En Villa Matará (provincia de Santiago del estero) es negro y crespo y viste un hábito chejchi (de pintas coloradas sobre fondo blanco, gris claro o ceniciento).
Representarían el dominio de la tentación. Es un personaje esencialmente travieso, socarrón, enamoradizo y, por momentos, grosero. Vive en el monte, dentro de los troncos de los árboles, de donde sale a la hora de la siesta para asustar a los niños y cortejar a las mozas con regalos como pañuelos, dinero, melones, empanadas y golosinas. Si éstas rehusan, él se venga luego, gastándole mil travesuras y hasta haciéndoles daños mayores. Se aparece a veces desnudo ante las mujeres mayores y las escandaliza con gestos groseros, deporte que no practica con las jóvenes.
Según Juan Carlos Dávalos, se acerca a las pulperías los sábados por la noche para dar una tunda a los ebrios. También se enanca a los caballos, hurta pellones, trueca por carbones el pan de las alforjas, apedrea las casas, pudre los huevos, apaga el fuego, vuelca ollas y corta ropa.
Para auyentarlo hay que llenarse los bolsillos con algo de fuerte olor.
Bibliografía
Adolfo Colombres: Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina, con dibujos de Ricardo Deambrosi. Edic. Del Sol, Bs. As., 1999.
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